Agregue una medida de esoterismo, un par de cucharadas de dualismo religioso, media medida de teoría gnóstica, unas cuantas gotas de ocultismo; añada relativismo al gusto y una pizca de cristianismo. Agite bien todos los ingredientes en la coctelera y sirva con unos cubos de energía cósmica en una copa o vaso de superstición.
Puede acompañarse con algo de pensamiento mítico y mágico. No es necesario utilizar colador (ya que se prefiere todo revuelto con ideas que proceden de la astrofísica) y sírvase lentamente evitando derramar especulación. ¡Cuidado: bebida de alta graduación mistérica!
Parece que hoy en día éste es el coctel de ideologías preferido por propios y extraños. Un coctel refrescante para una sociedad espiritualmente sedienta de un mundo feliz y perfecto, en donde el hombre intenta dejar tranquilo a Dios en el cielo para poder gobernar solo en la tierra. Un coctel sugestivo para una humanidad que se ha acostumbrado a vivir la vida “a la carta”. No es una religión; no es una filosofía; no es una ciencia; es un coctel donde el ingrediente principal es el “dios Yo”, el “vivo a mi manera”.
Esto no es novedad, ya que vivimos en una era escéptica en la que dominan como actitudes y convicciones fundamentales el egoísmo, el materialismo, el subjetivismo y el relativismo. Una era en la que se busca la independencia absoluta de la razón humana frente a cualquier autoridad o enseñanza; en la que se cree que el hombre culto y moderno debe librarse de los mitos enseñados por la Iglesia a la que consideran oscura y retrograda. Una era en donde la gente vive como si Dios no existiera, navegan con una bandera de tolerancia total, pero se contradicen al rechazar los valores y los caminos religiosos auténticos a favor del libertinaje.
Ahora hemos sido inundados por una ola cultural-filosófico-religiosa llamada Nueva Era o “New Age”. Una nueva forma de ver, pensar y actuar, que ha venido influyendo desde hace medio siglo el estilo de vida de millones de personas consciente o inconscientemente. Una corriente de ideas tan difusas que gran número de personas las comparte sin que sea necesario renegar de la propia cultura y tradiciones. Convincente para muchos porque no excluye a nadie de su promesa de salvación, sino que predica un relativismo absoluto en el campo religioso, moral e intelectual que disuelve toda noción de verdad y de bien. Niega pues, la distinción entre la verdad y la mentira, el bien y el mal, dejando a cada uno escoger según sus propios gustos y criterios. No tiene fundador, ni domicilio social, ni libros sagrados, ni líder, ni dogmas. Es una espiritualidad en un sentido amplio, sin Dios ni gracia.
Nueva era, sí, pero un viejo engaño. El típico engaño del fuego que no quema. Un sistema repleto de una moral subjetiva donde caben todas las teorías filosóficas y muchas verdades simultáneas. Se descarta la responsabilidad moral de la persona humana y se niega la existencia del pecado. He aquí el peligro. Este coctel viene adulterado. La Nueva Era no solo es incompatible con la Iglesia Católica, sino que es una auténtica máquina anticristiana. Es una fraudulenta apuesta por el pluralismo cultural mal entendido. Presenta los intereses materiales como falsa felicidad y un concepto erróneo de la libertad humana.
¿Acaso tenemos miedo al compromiso? ¿Acaso pretendemos una salida fácil y eludir los grandes interrogantes de la vida? ¿En verdad creemos que nos conviene seguir cerrados a la verdad y seguir negando rotundamente la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad?
Basta ya de indiferencia y de apatía. El hombre no puede permanecer en la superficie y continuar viviendo de los vaivenes temiendo presentarse un ideal alto. Es hora de despertar y sacudirnos la resaca producida por tanto engaño y comenzar a reflexionar y cuestionarnos las preguntas más profundas sobre la vida.
Autor: H. Edgar Corona L.C.